Todos tenemos el niño que fuimos dentro de nosotros. Un niño que aunque muchos se empecinen en esconderlo, se manifiesta en muchas de nuestras situaciones.
Si sabemos llegar a nuestro niño desde el amor y la diversión, es maravilloso. Los niños (a temprana edad) viven con intensidad, su filtro es menos filtro, se olvidan de lo que pensaran los demás, la sociedad y la mente adulta todavía no los ha intoxicado. Con los años el niño que llevamos dentro se va apagando poco a poco. Aunque siempre estará.
Y lo triste es que cuando lo dejamos salir, algunos se alejan. Pero para eso está el refrán de “Dios los cría, y ellos se juntan”. Y los niños libres se sienten en sintonía con niños libres.
Si observáis a la persona cuando duerme, tenga la edad que tenga, muchos podréis apreciar lo más parecido al niño. Si observáis a las personas sin juzgar, solo observando sus actos sin poner vuestra experiencia y vuestra voz, poco a poco podréis ir conociendo si el niño está feliz o no.
Gracias a mi trabajo y la forma particular de trabajar, consigo ver a los niños que llevamos dentro. Y cuando los descubres, todo se cae, y solo queda la ternura y las ganas de dar un abrazo a esa persona. Y entonces, empiezas a entender todo…
Os animo a descubrir vuestro niño, prestarle atención y conocer cuáles son sus necesidades. Puede que sea un niño herido que no supo gestionar algo con el paso del tiempo o puede que sea un niño que esté en paz, y tan solo quiera aportarte simplicidad, alegría y frescura a tu vida.
Miriam Aparicio